Los condicionamientos históricos que en otras áreas peninsulares, sobre todo en las más meridionales, determinaron la fijación durante siglos de la población musulmana y la honda permanencia de su huella no se dieron, ciertamente, en la región asturiana ni en los vecinos de la región cantábrica, ni siquiera en las tierras llanas que se extienden entre los montes que aislan la periferia norteña y el Duero, evacuadas por los invasores apenas cuantro decenios después de la conquista.