En el concierto histórico medieval la región asturiana jugó con frecuencia un papel meramente secundario frente a otras regiones de la Península, debido en buena parte a la situación periférica y naturalmente aislada de la meseta por la cordillera Cantábrica. Su protagonismo político en el periodo de la llamada Monarquía Asturiana (718 – 910), especialmente en los momentos más brillantes de la misma: los reinados de Alfonso II (792 – 842) y de Alfonso III (866 – 910), constituye, sin duda, una excepción.