En una sociedad misógina, como la medieval, y en un ámbito geográfico como el asturiano, en el que los estilos artísticos se suceden marcados por el anacronismo y donde trabajan talleres locales y de segundo orden generadores de formas ornamentales en las que al caracter sintético, propio de estilos altomedievales, es preciso sumar la tosquedad y el fuerte esquematismo, fruto de las deficiencias técnicas, no parece que la imagen de la mujer sea susceptible de lecturas, al margen de las sociológicas ya contrastadas.