El reino de Castilla atraviesa durante el primer tercio del siglo XII una de las etapas más críticas de su historia. La reacción almorávide, el problema sucesorio a que hubo de enfrentarse Alfonso VI y el fracaso de la solución adoptada con el matrimonio de doña Urraca y el monarca aragonés Alfonso I el Batallador (1109), constituyen los factores más inmediatos de la crisis política y social que entonces se produjo y en la que incidieron los intereses defraudados de la Clerecía francesa y de una parte de la nobleza así como las aspiraciones burguesas de autonomía.